Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

- :
Después me fui a las regiones de Siria y de Cilicia, de manera que las comunidades cristianas de Judea no me conocían personalmente. Lo único que habían oído decir de mí era: “El que antes nos perseguía, ahora va predicando la fe que en otro tiempo quería destruir”, y glorificaban a Dios por mi causa.
(Gál 1:22-24)
En aquel tiempo, entró Jesús en un poblado, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana, llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús y se puso a escuchar su palabra.
(Lc 10:38-39)
Lindas lecturas: San Pablo contando su historia de la revelación que recibió, y después la historia de la visita del Señor a la casa de las dos hermanas, Martha y María. Pues, cuando el Señor viene a nuestras vidas, todo cambia.

- :
No es que exista otro Evangelio; lo que pasa es que hay algunos que los perturban a ustedes, tratando de cambiar el Evangelio de Cristo. Pero, sépanlo bien: si alguien, yo mismo o un ángel enviado del cielo, les predicara un Evangelio distinto del que les hemos predicado, que sea maldito. Se lo acabo de decir, pero se lo repito: si alguno les predica un Evangelio distinto del que ustedes han recibido, que sea maldito.
(Gál 1:7-8)
¿Quienes son estos perturbadores que estaban predicando otro evangelio? Supuestamente, eran espías enviadas por Santiago y la comunidad de Jerusalén para fracasar la misión de San Pablo a los gentiles (los no judíos). Desafortunadamente, las fuertes palabras de San Pablo, “que sea maldito” (anatema), han sido incorporadas en el vocabulario de la iglesia: “anathema sit”. “Anathema sit” fue muy común en los documentos de todos los concilios de la iglesia. Lo notable es que en los documentos del Segundo Concilio Vaticano (1962-1965) no aparece ningún “anathema sit”.
La foto de hoy es de los obispos del Segundo Concilio Vaticano en la Basílica de San Pedro, Roma.

- :
Hermanas y hermanos: No se inquieten por nada; más bien presenten en toda ocasión sus peticiones a Dios en la oración y la súplica, llenos de gratitud. Y que la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia, custodie sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. (Flp 4:7-8)
Uno de los privilegios de ser sacerdote es echar las bendiciones. Pero yo creo que todos debemos echar la bendición los unos a los otros con más frecuencia. Una de mis favoritas es de la Carta de San Pablo a los Filipenses:
La paz de Dios,
que supera todo lo que podemos pensar,
custodie sus corazones y sus pensamientos,
en el conocimiento y en el amor de Dios
y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.
Y que la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo,
descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.
R. Amén.
La foto de hoy es de la tumba de San Francisco de Asís. Hoy es su fiesta. ¡Paz y Bien!

- :
Job le dijo al Señor:
“Reconozco que lo puedes todo
y que ninguna cosa es imposible para ti.
Era yo el que con palabras insensatas
empañaba la sabiduría de tus designios;
he hablado de grandezas que no puedo comprender
y de maravillas que superan mi inteligencia.
Yo te conocía sólo de oídas,
pero ahora te han visto ya mis ojos;
por eso me retracto de mis palabras
y me arrepiento, echándome polvo y ceniza”.
El Señor bendijo a Job al final de su vida más que al principio.
(JOB 42)
Ya viajamos muy rápido por el Libro de Job. Y el libro termina con Job arrepintiéndose en "polvo y ceniza" y Dios bendiciendo a Job al final de su vida. Pero la pregunta de Job sigue sin respuesta, “¿Por qué los buenos sufren”? La foto de hoy es una escultura de Job hecha en madera de Alemania (siglo 18).

- :
“Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo’’.
(Mt 18:10)
Los Santos Ángeles Custodios—¡tanto amor providencial que Dios nos tiene! La pequeña oración que aprendimos en la niñez todavía tiene un lugar en el corazón:
Ángel de la guarda,
mi dulce compañía
no me desampares
ni de noche ni de día
hasta que me pongas
en paz y alegría
con todos los santos,
Jesús, José, y María.