Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Apareció entonces en el cielo una figura prodigiosa: una mujer envuelta por el sol, con la luna bajo sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza.
(Apoc 12:1)
¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a verme?
(Lc 1:43)
En el año 1531, la aparición de la Virgen María a Cuauhtlatoatzin (bautizado como Juan Diego) fue el estímulo para la evangelización de las Américas. Los frutos de este momento perduran en la fe de los pueblos indígenas de estas tierras y sus descendientes. Una amiga (no latina) me dijo: “Esta es la única aparición de que no tengo dudas”. Lo que la Señora le dijo a Cuauhtlatoatzin fue muy sencillo: “Yo soy tu madre piadosa”. Pero ella se lo apareció como indígena y hablando su idioma. Y todavía la Morenita de Guadalupe sigue siendo la piadosa Madre de todos los discípulos de su Hijo.
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Esto dice el Señor, tu redentor ,
el Dios de Israel:
“Yo soy el Señor, tu Dios,
el que te instruye en lo que es provechoso,
el que te guía por el camino que debes seguir.
¡Ojalá hubieras obedecido mis mandatos!
Sería tu paz como un río
y tu justicia, como las olas del mar.
Tu descendencia sería como la arena
y como granos de arena, los frutos de tus entrañas.
Nunca tu nombre hubiera sido borrado
ni arrancado de mi presencia”.
(Is 48:17-19)
La promesa de Dios para guiarnos por el camino que debemos seguir parece más importante este Adviento, más que nunca. Hemos perdido el bien común, el sentido que estamos conectados en este mundo y que debemos trabajar por el bien de todos. A fin de cuentas todos formamos una sola familia, la familia humana. El Señor nos instruye en lo que es provechoso. ¡Ojalá que le hagamos caso! La foto es de la Playa Roja de la isla griega, Santorini.
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Los miserables y los pobres buscan agua, pero es en vano;
tienen la lengua reseca por la sed.
Pero yo, el Señor, les daré una respuesta;
yo, el Dios de Israel, no los abandonaré.
Haré que broten ríos en las cumbres áridas
y fuentes en medio de los valles;
transformaré el desierto en estanque
y el yermo, en manantiales.
Pondré en el desierto cedros,
acacias, mirtos y olivos;
plantaré juncos en la estepa,
cipreses, oyameles y olmos;
para que todos vean y conozcan,
adviertan y entiendan de una vez por todas,
que es la mano del Señor la que hace esto,
que es el Señor de Israel quien lo crea”.
(Is 41:17-21)
R. Aleluya, aleluya.
¡Destilen, cielos, desde lo alto, y que las nubes derramen al Justo! ¡Que se abra la tierra y produzca al Salvador! (Is 45:8)
R. Aleluya.
Investigando la genealogía de mi familia, descubrí que mis bisabuelos de parte de mi mamá se mudaron a California. Un día encontré una carta de mis bisabuelo diciendo que California era el “jardín de la tierra”. Pues en comparación con Iowa (originalmente Dinamarca) o con Kansas (originalmente Alemania), supongo que California se les parecía un paraíso, una noria. Pienso en esa carta de mi bisabuelo cuando leo el pasaje del profeta Isaías hablando de la abundancia de agua, y el desierto transformando en estanque. ¡Que las nubes derramen al Justo! ¡Que se abra la tierra y produzca al Salvador! La foto de hoy es El Jardín de las Delicias por Jheronimus Bosch (1450-1516).
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Desde siempre el Señor es Dios,
creador aun de los últimos rincones de la tierra.
Él no se cansa ni se fatiga
y su inteligencia es insondable.
Él da vigor al fatigado
y al que no tiene fuerzas, energía.
Hasta los jóvenes se cansan y se rinden,
los más valientes tropiezan y caen;
pero aquellos que ponen su esperanza en el Señor,
renuevan sus fuerzas;
les nacen alas como de águila,
corren y no se cansan, caminan
y no se fatigan.
(Is 40:28-31)
Otro mensaje de esperanza del profeta Isaías que ha sido usado para expresar la providencia divina hacia nosotros—para que corramos y no nos cansamos, caminemos y no nos fatigamos. Hoy es la fiesta de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Su nombre “Cuauhtlatoatzin” significa “el que habla como águila”. Recibió las visiones de Nuestra Señora de Guadalupe en el cerro del Tepeyac cerca de la gran ciudad de Tenochtitlán (ahora la Ciudad de México) empezando el 9 de diciembre de 1531. Después de contar su historia, más que 11 millones de indígenas fueron bautizados. Fue canonizado por Juan Pablo II en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe el 31 de julio de 2002, el primer santo indígena de las Américas. Y yo estaba allí.
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El hombre le puso a su mujer el nombre de “Eva”, porque ella fue la madre de todos los vivientes.
(Gen 3:20)
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate (Salve), llena de gracia, el Señor está contigo”.
(Lc 1:28)
Los antiguos Padres y Madres de la iglesia hablaban mucho sobre estos dos versículos. En Latín, hay juego de palabras: Eva=Eva, Salve=Ave. Lo más importante es el plan divino de salvación. Como nos dice San Pablo: cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer (Gal 4:4). Estamos preparando a celebrar su venida entre nosotros, por eso contemplamos como el plan de Dios fue cumplido en la Virgen María. El link es del Ave María cantado en el idioma africano Igbo por el coro de la Universidad Nnamdi Azikiwe en Nigeria.
