Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Dios es testigo de que la palabra que les dirigimos a ustedes no fue primero “sí” y luego “no”. Cristo Jesús, el Hijo de Dios, a quien Silvano, Timoteo y yo les hemos anunciado, no fue primero “sí” y luego “no”. Todo él es un “sí”.
(2 Cor 1:18-22)
Todas las promesas de Dios se cumplen en Jesús. Jesús es siempre SÍ.

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En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, habándoles así:
“Dichosos los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los cielos.
(Mt 5:1-12)
Hoy comenzamos la lectura continua del ministerio público de Jesús desde el evangelio de Mateo. El Sermón de la Montaña nos invita a vivir los valores del Reino ahora. De hecho, ese es el secreto de los santos: escucharon que el evangelio no se dirigía a otros, sino a ellos.

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Cuando Cristo se presentó como sumo sacerdote que nos obtiene los bienes definitivos, penetró una sola vez y para siempre en el “lugar santísimo”, a través de una tienda, que no estaba hecha por mano de hombres, ni pertenecía a esta creación. No llevó consigo sangre de animales, sino su propia sangre, con la cual nos obtuvo una redención eterna.
(Heb 9:11-15)
La Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo proclama el maravilloso amor de Dios revelado bajo las formas del pan y el vino. Como nos dice San Pablo, "Cuando comemos este pan y bebemos esta copa, proclamamos la muerte del Señor hasta que Él vuelva”.

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Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que estamos presentes ante el Señor de la gloria.
Así pues, den gracias al Señor en la tierra y alaben a Dios. Por mi parte, yo vuelvo junto a aquel que me ha enviado. Ustedes escriban todas las cosas que les han sucedido’’. Y desapareció.
(Tobías 12:1, 5-15, 20)
La orden de “escribir todas las cosas que les han sucedido” es importante para todos, porque a veces se nos olvida. Pero no queremos olvidar nunca de alabar a Dios por todas las bendiciones que hemos recibido.

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Rafael le dijo a Tobías antes de que llegaran a donde estaba el padre de éste: “Estoy seguro de que sus ojos se abrirán. Úntale la hiel del pescado en los ojos y el medicamento le quitará las manchas blancas de los ojos. Entonces tu padre recobrará la vista y podrá ver la luz”.
(Tobías 11:5-17)
En el arte de la iglesia, el Arcángel Rafael generalmente se representa sosteniendo un pez.