Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.
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Tengan los mismos sentimientos
que tuvo Cristo Jesús,
el cual, siendo Dios,
no consideró que debía aferrarse
a las prerrogativas de su condición divina,
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la condición de siervo . . . .
(Flp 2:5-7)
Martín de Porres (1579-1639) era un hombre de piel morena, hijo natural de un caballero español y de una madre negra. Nació en Lima. En 1603 hizo la profesión solemne como Hermano cooperador en el Convento de Nuestra Señora del Rosario, de los dominicos de Lima, ejerciendo funciones de enfermero. Fue llamado “Martín de los pobres” y “Padre del consuelo de los afligidos”, por su misericordia hacia los necesitados. Mi mamá querida trabajó en el Hospital Beato Martín de Porres en Mobile, Alabama. Cuando Martín fue canonizado en 1962, las Hermanas de la Misericordia cambiaron el letrero a “San” Martín de Porres. Pero las nuevas letras eran más brillante que las viejas . . . por eso, el “San” fue muy prominente. Martín de Porres es el santo patrono de la Justicia Social, de los trabajadores de salud, de los enfermos, de los barrenderos y de la limpieza pública.
La foto de hoy es del Hospital con el Arzobispo de Mobile, Mons. Thomas Toolen, y el Obispo de Ghana, Mons. Joseph Bowers.
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Dichosos los que mueren en el Señor.
Que descansen de sus trabajos.
Pues, sus obras los acompañan.
(Apocalypse 14:13)
Concede descanso, oh Cristo, a tus siervos con tus santos,
donde ya no hay llanto ni dolor ni suspiro, sino vida eterna.
Sólo tú eres inmortal, creador y hacedor de la humanidad;
y nosotros somos mortales, formados de tierra, y a la tierra hemos de volver.
Por eso, cuando me creaste, tú dijiste: "Polvo eres y al polvo volverás".
Todos nosotros descendemos al polvo;
sin embargo, aun en la tumba elevamos nuestro canto:
Aleluya, aleluya, aleluya.
Concede descanso, oh Cristo, a tus siervos con tus santos,
donde ya no hay llanto ni dolor ni suspiro, sino vida eterna.
(Kontakion de los Difuntos, Liturgia Ortodoxa)
Dales, Señor, el descanso eterno. Y brilla para ellos la luz perpetua. Que descansen en paz. Amén. Y que sus almas y las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.
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Vi luego una muchedumbre tan grande, que nadie podía contarla. Eran individuos de todas las naciones y razas, de todos los pueblos y lenguas. Todos estaban de pie, delante del trono y del Cordero; iban vestidos con una túnica blanca; llevaban palmas en las manos y exclamaban con voz poderosa: “Amén. La alabanza, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fuerza, se le deben para siempre a nuestro Dios”.
(Apocalypse 7:9-12)
La fiesta de hoy, la Solemnidad de Todos los Santos, y la de mañana, la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, son dos partes de una sola fiesta—recordando y celebrando todos los fieles que nos precedieron y nos transmitieron la fe. Por eso, ¡Feliz Día para ellos y para todos nosotros! Qué los sigamos caminando en la huellas de Jesús.
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R/. ¡Mi alma tiene sed del Dios viviente!
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira por ti, mi Dios.
R/. ¡Mi alma tiene sed del Dios viviente! (Salmo 41)
Todos estamos invitados al Banquete de Bodas del Cordero. La Eucaristía es la promesa y la prenda del banquete de los hijos de Dios en donde el hambre y la sed quedan satisfechos. La foto de hoy es de Jueves Santo en una parroquia de Envigado, Antioquia, Colombia.
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Revístanse con la armadura de Dios: que su cinturón sea siempre la verdad; su coraza, la justicia; su calzado, la prontitud para anunciar el Evangelio de la paz; que la fe les sirva siempre de escudo para protegerlos y apagar las flechas incendiarias del enemigo malo; pónganse el casco de la salvación y empuñen la espada del espíritu, que es la palabra de Dios.
(Efe 6:11-17)
En el seminario, teníamos el mejor homilético del país (profesor de homilética--la ciencia de predicación), David Buttrick (1927-2017). El Seminario de San Meinrado había recibido una donación de un millón de dólares de parte de un señor que estaba harto de escuchar malas homilías en la Misa. Con ese dinero, el seminario consiguió los servicios de David Buttrick. Fue el Profesor Buttrick que nos enseñó este pasaje de la Escritura. De todos los instrumentos de la armadura de Dios, la única arma ofensiva es “la espada del espíritu, que es la palabra de Dios”. La foto de hoy es el Reverendo David Buttrick, Profesor de Homilética, Pittsburgh Theological Seminary, Saint Meinrad School of Theology, Vanderbilt University.
