Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Porque las cosas de Dios que se pueden conocer, las tienen a la vista; Dios mismo se las ha manifestado. Pues las perfecciones invisibles de Dios, como su poder eterno y su divinidad, resultan visibles desde la creación del mundo para quien reflexiona sobre sus obras, de modo que no tienen disculpa. (Rom 1:16-25)
La belleza de la creación no es un obstáculo para la fe. La fe y la ciencia no se excluyen mutuamente, sino que van juntas. Como proclama el salmo de hoy: “Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día comunica su mensaje al otro día y una noche se lo transmite a la otra noche” (Salmo 19).

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Yo, Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y elegido por él para proclamar su Evangelio. A todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de su pueblo santo, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor. (Rom 1:1-7)
La Carta de Pablo a los Romanos es la obra maestra de todas sus cartas. Hoy comenzamos la lectura continua de esta carta. Tanto Pablo como Pedro fueron martirizados en Roma. Y así, la Iglesia de Roma reclama a los dos apóstoles más grandes, Pedro y Pablo, como sus fundadores. Hoy es la fiesta del Papa San Juan XXIII, sucesor de San Pedro en la Iglesia de Roma. Convocó el Concilio Vaticano II.

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En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” Jesús le contestó: “Ya sabes los mandamientos”. Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras, el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes. (Mc 10:17-30)
El secreto de los santos es que escucharon el evangelio dirigido a ellos. Y luego actuaron en consecuencia. La pregunta para nosotros es ¿qué escuchamos? ¿Nos está hablando el Señor? Y si es así, ¿qué haremos al respecto para poder seguirlo?

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En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. (Lc 11:27-28)
Escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica es de lo que se trata la fe. Es una antigua costumbre en la Iglesia dedicar el sábado a la Virgen María, que “atesoraba todas estas cosas y las reflexionaba en su corazón” (Lc 2, 19) y nos enseña a hacer lo mismo.

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Ya está cerca el día del Señor.
Es un día de oscuridad y de tinieblas,
día de nubes y de tormenta. (Joel 1:13-15;2:1-2)
El Día del Señor en el profeta Joel es aterrador. Pero como nos recuerda el salmo de hoy: El Señor juzgará al mundo con justicia (Salmo 9: 2-3,6; 16: 8-9). Quizás, las antiguas Obras de Misericordia Corporales puedan ser útiles en el Día del Señor: alimentar a los hambrientos, dar de beber a los sedientos, vestir a los desnudos, albergar a los desamparados, visitar a los enfermos, visitar a los presos, y enterrar a los muertos. Como nos recuerda la Profesión de Fe, habrá un examen final. . . “De nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.”