Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Y Dios añadió: “Ésta es la señal de la alianza perpetua que yo establezco con ustedes y con todo ser viviente que esté con ustedes. Pondré mi arco iris en el cielo como señal de mi alianza con la tierra, y cuando yo cubra de nubes la tierra, aparecerá el arco iris y me acordaré de mi alianza con ustedes y con todo ser viviente. No volverán las aguas del diluvio a destruir la vida”.
(Gén 9:8-15)
A veces, un arco iris es solo un arco iris. . . pero un arco iris es siempre una señal de la alianza de Dios con toda la creación.

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Esto dice el Señor:
“Cuando renuncies a oprimir a los demás
y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva;
cuando compartas tu pan con el hambriento
y sacies la necesidad del humillado,
brillará tu luz en las tinieblas
y tu oscuridad será como el mediodía.
(Is 58:9-14)
En la Biblia la "santidad" siempre es práctica, casi siempre se trata de justicia: eliminar la opresión de entre nosotros (por ejemplo, el racismo sistémico), dar pan a los hambrientos (no solo una limosna una vez al año). Tal vez en esta Cuaresma, si queremos ser santos, es posible que necesitemos ensuciarnos las manos.

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El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el Señor:
Que rompas las cadenas injustas
y levantes los yugos opresores;
que liberes a los oprimidos
y rompas todos los yugos;
que compartas tu pan con el hambriento
y abras tu casa al pobre sin techo;
que vistas al desnudo
y no des la espalda a tu propio hermano.
(Is 58:1-9a)
La espiritualidad de Jesús siempre tiene sus raíces en los cuerpos. Si queremos acercarnos más a Dios, entonces necesitamos acercarnos más a nuestro prójimo, para hacer las obras de la justicia. Hacer justicia nos acerca a Dios.

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Les he propuesto la vida o la muerte, la bendición o la maldición. Elige la vida y vivirás.
(Dt 30:15-20)
“Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga”.
(Lc 9:22-25)
Un buen recordatorio de lo que significa seguir a Cristo durante esta Cuaresma. Abrazamos la Cruz para vivir con Él.

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Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará’’.
(Mt 6:1-6,16-18)
El Señor lo dice todo . . . entonces, preparados, listos, ¡SONRÍEN!