Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Hermanas y hermanos:
Rodeados, como estamos, por la multitud de antepasados nuestros, que dieron prueba de su fe, dejemos todo lo que nos estorba; librémonos del pecado que nos ata, para correr con perseverancia la carrera que tenemos por delante, fija la mirada en Jesús, autor y consumador de nuestra fe. El, en vista del gozo que se le proponía, aceptó la cruz, sin temer su ignominia, y por eso está sentado a la derecha del trono de Dios. Mediten, pues, en el ejemplo de aquel que quiso sufrir tanta oposición de parte de los pecadores, y no se cansen ni pierdan el ánimo. Porque todavía no han llegado ustedes a derramar su sangre en la lucha contra el pecado.
(Heb 11, 32-40, 12:1-4)
La fiesta de mañana interrumpirá la conclusión de este gran pasaje sobre los santos que nos han precedido. Así que los celebrantes sabios se asegurarán de que el lector incluya el final de las lecturas del martes. Esta “gran nube de testigos” que nos impulsa a cruzar la meta. Es una imagen que nos recuerda de los Juegos Olímpicos y la carrera del maratón. Los testigos (los santos) han terminado su carrera y han tomado asiento en el estadio. ¡Y cuando entramos al estadio después de nuestra caminata a campo traviesa, estallan en vítores para que completemos el recorrido!

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“¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.
(Mc 1:21-28)
Jesús enseñó con autoridad. Por supuesto, somos humanos débiles y ansiamos ese tipo de autoridad para nosotros mismos. Queremos que nuestra palabra sea ley. A veces olvidamos que la autoridad de Jesús proviene del amor y del servicio. En el jardín, Jesús oraba: "¡No se haga mi voluntad, sino la tuya!" (Lc 22:42)

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La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera, y de conocer las realidades que no se ven.
(Heb 11:1-2,8-19)
“¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”
(Mc 4:35-41)
Hoy comenzamos una de las secciones más hermosas de la Carta a los Hebreos . . . los héroes y las heroínas de la fe. El evangelio de San Marcos muestra que los discípulos carecían un poco de fe. Como nos dijo el profesor de escrituras en el seminario sobre este pasaje: “No saben quién es Jesús, y él acaba de calmar el viento y el mar. ¡Qué tontos!"

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Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
(Mc 4:26-34)
A veces, los discípulos no entendían nada. Pero no hay problema. El Señor les explicó todo en privado. ¡Que conveniente!

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La medida con que midan serán medidos, y les darán más todavía.
(Mc 4:21-25)
Me gusta este dicho de Jesús. Yo lo llamo el “principio apostólico de usar mucho” —mucha misericordia, mucho perdón, mucho amor— para que Dios sea aún más generoso con nosotros. Santo Tomás de Aquino, un poco rebelde en su propio tiempo, usó el conocimiento “recién descubierto” (los escritos de Aristóteles) para ayudar a explicar la fe. Los tradicionalistas estaban horrorizados. Pero el conocimiento ganó. Desafortunadamente, los que siguieron a Santo Tomás no tenían la misma inteligencia y por eso, simplemente imitaron lo que dijo Santo Tomás. Santo Tomás es el patrono de los seminarios. La foto (1977-1978) es de los Cuatro Mosqueteros frente al Seminario San Meinrad, Indiana.