Estas reflexiones salen de más que 40 años de ministerio como sacerdote católico. Pasé la mayoría de estos años en la Diócesis de Charlotte que está situada en Carolina del Norte occidental de los Estados Unidos. Ahora, estoy jubilado, y vivo en Medellín, Colombia, y sigo sirviendo como sacerdote en la Arquidiócesis de Medellín.

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Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.
(Flp 4:1)
San Pablo habla efusivamente de la comunidad de Filipos. Pero “hermanos míos amadísimos” y “mi alegría y mi corona” dicen todo. “Mantenernos fieles al Señor” es nuestra esperanza. La foto de hoy es el Bautisterio de la Basílica Octagonal en Filipos.

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En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.
(Lc 15:1-2)
A veces no recordamos de que los fariseos y los escribas son buenos creyentes de la iglesia. Pero, por supuesto, los buenos de la iglesia son los primeros en quejarse cuando los pecadores lleguen a la mesa. “Este recibe a los pecadores y come con ellos” es uno de los más antiguos recuerdos que la iglesia tiene de la Eucaristía.

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Así, el día de la venida de Cristo, yo me sentiré orgulloso al comprobar que mis esfuerzos y trabajos no han sido inútiles. Y aunque yo tuviera que derramar mi sangre para que ustedes siguieran ofreciendo a Dios la ofrenda sagrada de su vida de fe, me sentiría feliz y me regocijaría con todos ustedes. Y ustedes, por su parte, alégrense y regocíjense conmigo.
(Flp 2:16-18)
Sentir feliz en derramar la sangre en servicio a los demás . . . ese sentimiento no es muy común entre nosotros. Pero durante esta pandemia lo hemos visto en la vida de los trabajadores de salud que han entregado sus vidas cuidando de los sufriendo de Covid-19. Debido a la pandemia, muchas familias no podían estar con sus enfermos en hospital, pero los trabajadores de salud estaban allí tocando sus manos mientras nuestros seres queridos fallecían.
Hoy es la fiesta de San Carlos Borromeo que organizó la iglesia para cuidar de los víctimas de la plaga.

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Tengan los mismos sentimientos
que tuvo Cristo Jesús,
el cual, siendo Dios,
no consideró que debía aferrarse
a las prerrogativas de su condición divina,
sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo
tomando la condición de siervo . . . .
(Flp 2:5-7)
Martín de Porres (1579-1639) era un hombre de piel morena, hijo natural de un caballero español y de una madre negra. Nació en Lima. En 1603 hizo la profesión solemne como Hermano cooperador en el Convento de Nuestra Señora del Rosario, de los dominicos de Lima, ejerciendo funciones de enfermero. Fue llamado “Martín de los pobres” y “Padre del consuelo de los afligidos”, por su misericordia hacia los necesitados. Mi mamá querida trabajó en el Hospital Beato Martín de Porres en Mobile, Alabama. Cuando Martín fue canonizado en 1962, las Hermanas de la Misericordia cambiaron el letrero a “San” Martín de Porres. Pero las nuevas letras eran más brillante que las viejas . . . por eso, el “San” fue muy prominente. Martín de Porres es el santo patrono de la Justicia Social, de los trabajadores de salud, de los enfermos, de los barrenderos y de la limpieza pública.
La foto de hoy es del Hospital con el Arzobispo de Mobile, Mons. Thomas Toolen, y el Obispo de Ghana, Mons. Joseph Bowers.

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Dichosos los que mueren en el Señor.
Que descansen de sus trabajos.
Pues, sus obras los acompañan.
(Apocalypse 14:13)
Concede descanso, oh Cristo, a tus siervos con tus santos,
donde ya no hay llanto ni dolor ni suspiro, sino vida eterna.
Sólo tú eres inmortal, creador y hacedor de la humanidad;
y nosotros somos mortales, formados de tierra, y a la tierra hemos de volver.
Por eso, cuando me creaste, tú dijiste: "Polvo eres y al polvo volverás".
Todos nosotros descendemos al polvo;
sin embargo, aun en la tumba elevamos nuestro canto:
Aleluya, aleluya, aleluya.
Concede descanso, oh Cristo, a tus siervos con tus santos,
donde ya no hay llanto ni dolor ni suspiro, sino vida eterna.
(Kontakion de los Difuntos, Liturgia Ortodoxa)
Dales, Señor, el descanso eterno. Y brilla para ellos la luz perpetua. Que descansen en paz. Amén. Y que sus almas y las almas de todos los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz. Amén.